Dos minutos: los dos apagones

El apagón que afectó a todo el país no sólo dejó a la población sin luz, sino que puso en evidencia la fragilidad del sistema eléctrico y la superficialidad del debate público en torno a los problemas energéticos.

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Santo Domingo.– El apagón que la noche anterior dejó a toda la República Dominicana sin luz no solo apagó los hogares y negocios, también encendió un debate cargado de juicios apresurados, acusaciones políticas y teorías diversas sobre su origen.

Origen técnico del apagón en República Dominicana

Sin embargo, pocos se detuvieron a considerar una verdad fundamental: ningún sistema eléctrico es infalible. La vulnerabilidad es inherente incluso en países con redes inteligentes, sistemas de control digital y regulaciones avanzadas.

Un blackout no ocurre de forma espontánea ni siempre por negligencia política inmediata. Generalmente, es el resultado de un proceso técnico complejo: una perturbación menor, un relé defectuoso o una sobrecarga mal distribuida pueden desencadenar un colapso.

En 2023, Estados Unidos y Canadá vivieron el mayor apagón de su historia por un simple fallo de software. España y Portugal, en 2025, sucumbieron ante la falta de regulación adaptada a la integración de energías renovables. Estos casos muestran que la vulnerabilidad no distingue entre países desarrollados o en desarrollo.

El problema de República Dominicana no es únicamente técnico; también es cultural. La tendencia a convertir cualquier evento en munición política ha sustituido el análisis por el prejuicio y el escándalo.

En lugar de promover un debate serio sobre resiliencia, descentralización y gobernanza energética, la conversación pública se centra en culpas inmediatas, memes y titulares sensacionalistas.

Para aspirar a estabilidad y seguridad energética, es necesario comprender que la energía no se genera solo en plantas y líneas de transmisión, sino también en la calidad del pensamiento colectivo.

  • Un país que quiere superar sus crisis necesita madurar su conversación, fomentar la educación técnica en ciudadanía y líderes, y priorizar la planificación estratégica sobre la reacción emocional.

El apagón dejó claro que las soluciones no están en la polarización ni en la desinformación. La verdadera resiliencia requiere reconocer la complejidad del sistema eléctrico, aprender de experiencias internacionales y construir una cultura de diálogo informado y colaborativo.

Solo así República Dominicana podrá convertir apagones inesperados en oportunidades para fortalecer su infraestructura y su sociedad.

Además de la falla técnica, el apagón expuso la falta de preparación de los ciudadanos y de las instituciones ante emergencias energéticas.

Muchos hogares y negocios quedaron sin acceso a información confiable sobre la duración del corte, y los protocolos de contingencia fueron insuficientes. Esto evidencia la necesidad de invertir no solo en infraestructura, sino también en educación ciudadana sobre el uso responsable de la energía y en sistemas de comunicación eficientes que acompañen cualquier eventualidad.

La resiliencia de un país no se mide solo por la robustez de sus redes eléctricas, sino también por la capacidad de su población de adaptarse y reaccionar ante situaciones inesperadas.

Víctor Bautista

Víctor Bautista

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