Dos minutos: la cumbre fallida

El aplazamiento de la Cumbre de las Américas en Punta Cana refleja la división política del continente y plantea la necesidad de una agenda latinoamericana más unida y pragmática.

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Santo Domingo.– La Cumbre de las Américas que debía celebrarse en Punta Cana no se canceló por un huracán, sino por una tormenta mucho más profunda: la política que atraviesa el continente. América Latina vive un momento de distanciamiento donde cada país parece hablar un idioma distinto sobre la democracia, la soberanía y la cooperación.


Aplazamiento y oportunidad regional

República Dominicana, que había asumido con entusiasmo la sede del evento, terminó recibiendo una herencia diplomática complicada y cargada de expectativas que era difícil de cumplir.

La exclusión de algunos países volvió a dividir la región y, sin la presencia de los principales líderes del sur, el foro perdió gran parte de su sentido original.

Lo que debía ser un encuentro de unidad se transformó en un espejo de las fracturas existentes. La falta de consenso dejó al descubierto las tensiones históricas y la dificultad de América Latina para proyectar una voz conjunta en escenarios internacionales.

Sin embargo, el aplazamiento de la cumbre no solo deja un vacío diplomático; también puede convertirse en una oportunidad para repensar cómo dialogar entre nosotros sin tutelas ni exclusiones.

Este retraso ofrece un espacio para diseñar una agenda latinoamericana más propia, donde temas prioritarios como la energía, la migración y el cambio climático vuelvan a unirnos, en lugar de dividirnos.

República Dominicana actuó con sensatez al suspender un encuentro que ya estaba vacío de consensos y riesgo de generar un ridículo internacional.

Evitar la realización de la cumbre en esas condiciones fue una decisión acertada, pero dejó en el aire proyectos valiosos que formaban parte del evento: el foro empresarial, el de la juventud y otras iniciativas que buscaban fomentar la cooperación regional.

Es un momento propicio para reflexionar sobre la forma en que los países de América Latina se relacionan entre sí y cómo pueden fortalecer los mecanismos de diálogo sin depender de la aprobación o exclusión de otros actores externos.

  • Aunque la cumbre no se haya realizado, la necesidad de encontrar soluciones comunes y promover la integración sigue siendo urgente.

En definitiva, la suspensión de la Cumbre de las Américas evidencia tanto la fragilidad de la unidad regional como la oportunidad de reinventar el diálogo.

América Latina tiene en sus manos la posibilidad de construir una agenda más coherente y pragmática, basada en la cooperación genuina y en el respeto mutuo, dejando atrás las divisiones que han marcado históricamente sus relaciones.


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