Las Cumbres de las Américas en una encrucijada
La crisis en la integración regional se refleja en la decisión de postergar la Cumbre de las Américas 2022.
Actualizado: 07 de Noviembre, 2025, 08:28 AM
Publicado: 07 de Noviembre, 2025, 07:59 AM
Santo Domingo.– A principios de esta semana, el Gobierno dominicano anunció que había decidido posponer para el próximo año la celebración de la X Cumbre de las Américas.
El comunicado que emitió el Ministerio de Relaciones Exteriores señala que, en el año 2022, cuando la República Dominicana asumió la responsabilidad de realizar esta Cumbre, "eran imprevisibles las profundas divergencias que actualmente dificultan un diálogo productivo en las Américas".
Señaló, además, que a esta situación se agregaba "el impacto causado por los recientes eventos climáticos que han afectado gravemente a varios países del Caribe".
Es lógico suponer que el presidente Luís Abinader habría pensado que no tenía sentido celebrar una cumbre a la que muchos jefes de Estado y de Gobierno no asistirían o que se convertiría en un evento para ataques y recriminaciones entre representantes de países con diferencias políticas e ideológicas, en un ambiente regional bastante tenso y poco propicio para el diálogo y la búsqueda de consenso de manera constructiva.
El anuncio de la posposición del evento no fue noticia importante en ningún país, excepto en la República Dominicana donde la opinión pública mostró simpatía con la decisión gubernamental.
De las dos razones que se dieron para posponer la celebración de la Cumbre, la de más peso fue la primera, lo cual se puso de manifiesto con el hecho de que el propio Gobierno dominicano anunció que no invitaría al evento a Cuba, Venezuela y Nicaragua. Poco tiempo después, la presidente Claudia Sheinbaum de México, el segundo país más grande de América Latina y el principal socio comercial de Estados Unidos, anunció que no vendría a la Cumbre y que más adelante vería si enviaría algún funcionario de la Cancillería.
Por su parte, Canadá, el vecino del norte de Estados Unidos y su segundo socio comercial, no había mostrado entusiasmo sobre la Cumbre dadas las tensiones comerciales entre esos dos países, mientras que Brasil, otro actor de peso en la región, tuvo una actitud de "esperar a ver", como suele hacer con los procesos regionales, lo que, dicho sea de paso, le ha impedido ejercer un liderazgo más efectivo a través del tiempo.
Gobierno dominicano
Siendo así, llama la atención que el Gobierno dominicano haya anunciado que posponía la Cumbre para el próximo año, puesto que si la razón de su decisión fue las divergencias que existen en las Américas, es poco probable que esta realidad pueda cambiar en cuestión de meses.
Tal vez hubiese sido más idóneo posponer de manera indefinida el evento y convocarlo de nuevo si, y sólo si, se crease un ambiente más favorable para tener un encuentro de este tipo, con una voluntad mínima de los líderes de la región de sentarse a dialogar sobre los asuntos que impactan a la región y con un deseo mínimo de colaborar en la búsqueda de soluciones a los problemas comunes.
Más allá del hecho particular de la posposición de este evento hemisférico, el proceso de Cumbres de las Américas se encuentra en una encrucijada de la cual no está claro cómo salir o hacia dónde ir.
Como se sabe, la I Cumbre de las Américas se celebró hace algo más de treinta años en Miami, Florida, por iniciativa del presidente Bill Clinton, en un contexto regional en el que predominaba entre los jefes de Estado y de Gobierno de los países americanos una tendencia hacia la búsqueda de una agenda común en torno principalmente a cuatro ejes temáticos: uno, la defensa de la democracia;
Dos, la consolidación del estado de derecho y la protección de los derechos humanos; tres, la integración económica a través de un Tratado de Libre Comercio de las Américas, cuyas negociaciones se lanzaron en la Cumbre de Miami; y cuarto, el fortalecimiento de las instituciones del sistema interamericano.
Tres años antes de esa I Cumbre de las Américas, la Organización de los Estados Americanos (OEA) había adoptado en Santiago, Chile, la Resolución 1080 sobre la defensa colectiva de la democracia luego de la ola de transiciones a la democracia y de que la Unión Soviética, que había colapsado, dejara de ser un factor en el entramado de relaciones en la región.
En ese momento se había completado el ingreso de los países del CARICOM a la OEA, al tiempo que Canadá, finalmente, entrara a principios de 1990 al sistema interamericano. Es decir, la región vivía una cierta "euforia integracionista" que prometía tener vocación de perdurar.
No obstante, las diferencias y los conflictos entre visiones sobre el desarrollo comenzaron a emerger.
El presidente Hugo Chávez criticaba la democracia representativa y abogaba por la supuesta democracia directa y el socialismo del siglo XXI.
Mientras los países del Cono Sur, especialmente Brasil y Argentina, se opusieron al tratado de libre comercio regional, lo cual se puso de manifiesto de manera inequívoca en la IV Cumbre de las Américas, celebrada en Mar de Plata, Argentina, en 2005.
Desde un poco antes de esa cumbre, Estados Unidos también comenzó a cambiar el enfoque comercial y adoptó como política la negociación de tratados bilaterales de libre comercio, el primero de los cuales fue el DR-CAFTA, con el interés de dejar atrás los esquemas unilaterales de preferencia arancelaria a favor de ciertos países.
Entre ellos la República Dominicana, para pasar a un modelo de reciprocidad que implicara la apertura de nuestros mercados a los productos y servicios estadounidenses.
Durante los últimos veinte años, si bien se han celebrado cinco cumbres más, lo cierto es que la agenda interamericana se ha diluido sin ningún cuerpo de ideas fuerte en torno a las cuales sentar el proceso de integración. La retórica ha sustituido los avances reales de negociación e integración.
En tiempos recientes, las divisiones se han profundizado al punto que hace prácticamente imposible que los líderes de la región puedan verse las caras y dialogar alrededor de la misma mesa, lo que finalmente hizo que el Gobierno dominicano pospusiera el evento.
Lo deseable es que este ambiente cambie, que los líderes de los países de las Américas puedan recuperar su interés en el proceso de las Cumbres de las Américas y que la República Dominicana llegue a ser sede de una cumbre exitosa.
Desde luego, esto no depende del Gobierno dominicano ni de un gobierno en particular, sino de un esfuerzo colectivo en el que, ciertamente, países como Estados Unidos, Canadá, Brasil y México tienen que desempeñar un rol activo en ese reagrupamiento regional, lo que no se vislumbra en el corto plazo.
Las divisiones ideológicas, las tensiones políticas entre algunos países, la falta de legitimidad democrática de algunos gobiernos y la desconfianza que se ha creado en las relaciones bilaterales entre diferentes grupos de países, plantea un desafío enorme para la integración interamericana y el funcionamiento de sus instituciones, incluyendo a la OEA y al proceso de Cumbres de las Américas.


