¿Cuál es peor?

Santo Domingo.– Los recientes escándalos de SENASA, INABIE, INTRANT y los ya añosos casos Anti-Pulpo, Coral y otros, revelan cómo pese a todas las proclamas contra la corrupción gubernamental, ésta inficiona cualquier entidad por blindada que se suponga.

Una diferencia grande entre este Gobierno y el anterior, empero, es que pese a un Ministerio Público farandúlico, mareado por su propia propaganda y lawfare pero exiguos resultados o condenas, al presidente le noto voluntad para hacer lo correcto.

Los denunciados son investigados y procesados. Sin embargo, esta maldita corrupción que parece adherida al alma política nacional, no es el único ni quizás el peor de los males.

La impunidad es mucho más nefasta. Impide que alcancemos nuestro potencial como nación líder en estabilidad y desarrollo en la región y opaca el disfrute de una democracia estable que cumple seis décadas. Además, la ineficiencia, incapacidad e ignorancia pueden resultar tan fatales o peor que muchas prácticas corruptas.

Por ejemplo, un ingenio azucarero estatal cuyas zafras consecutivas resulten con increíble rendimiento negativo, drenando recursos necesarios para mejores propósitos. Hay funcionarios cuyo desempeño anterior o conocida catadura ética y moral los descalifica para administrar negocios estatales.

La irresponsabilidad o falta de consecuencias por un desempeño desastroso o inventar incordios improductivos, estimula el síndrome adánico y sus proyectos, cuya única explicación es que sentirse apoyado envanece. Casi todos los casos de corrupción mayúscula comienzan chiquitos porque otras urgencias permiten que crezcan... ¡Un círculo vicioso perfecto!