Del Modelo Siria al Modelo Caribe: La diplomacia silenciosa que puede cambiar el mundo
La influencia del Papa Francisco ha marcado un nuevo paradigma de equilibrio en los conflictos internacionales.
Actualizado: 10 de Noviembre, 2025, 07:04 AM
Publicado: 09 de Noviembre, 2025, 06:53 AM
Santo Domingo.– Me pregunto yo, qué está pasando que algunas áreas muy conflictivas del Medioriente están pacificándose después de años de conflictos y qué papel en estas cosas desempeñan Rusia y los Estados Unidos.
Veo ahora que al Nuevo Presidente de Siria lo recibió hace unos días Vladimir Putin en Moscú y que esta semana también lo recibirá en Washington el Presidente Donald Trump.
El cambio de los Tiempos. Una visión desde Roma: septiembre de 2013:
Aquel mes de septiembre de 2013 marcó un punto de inflexión en la historia reciente.
Yo me encontraba en Roma como Embajador de la República Dominicana ante la Santa Sede cuando el Papa Francisco convocó una jornada de oración y ayuno mundial para evitar una guerra entre Estados Unidos y Rusia por el conflicto en Siria.
En la Plaza de San Pedro se congregaron cientos de miles de personas, y en el Palacio Apostólico fuimos llamados todos los embajadores acreditados ante el Vaticano.
En mi libro "Trujillo y el Papa, Diplomacia en Santa Sede y Más Allá", doy algunos detalles sobre aquella crisis internacional.
El tema era urgente: el uso de armas químicas en Siria había puesto al mundo al borde de una confrontación directa entre Washington y Moscú.
Francisco, en sus primeras semanas de pontificado, lanzó un mensaje que resonó más allá de lo espiritual:
"Nunca más la guerra. La paz no es un equilibrio de fuerzas, sino el fruto de la justicia."
Aquella jornada detuvo —literalmente— el ataque que se preparaba. Barack Obama y Vladimir Putin aceptaron una salida diplomática: la destrucción del arsenal químico sirio bajo supervisión internacional.
Fue una victoria silenciosa del Vaticano, que ejerció una diplomacia moral sin tanques ni tratados, pero con autoridad ética.
La secuencia papal: Putin, Obama, Trump.
Después de aquel momento histórico, los principales líderes mundiales pasaron por Roma.
Noviembre de 2013: Vladimir Putin visitó al Papa Francisco en el Vaticano. Fue la primera de tres reuniones personales entre ambos (2013, 2015 y 2019). En ese primer encuentro se habló precisamente de Siria y de la necesidad de una solución pacífica con respeto a las minorías cristianas de Oriente.
Marzo de 2014: llegó el presidente Barack Obama. En pleno estallido de la crisis de Crimea, Francisco lo recibió en la Biblioteca Apostólica. La conversación giró en torno a la paz, la pobreza y los derechos humanos.
Mayo de 2017: el presidente Donald Trump también visitó al Papa. El encuentro, breve pero simbólico, cerró un ciclo de diálogo Vaticano-Washington-Moscú sin precedentes desde la Guerra Fría.
Detrás de esas visitas se movía la diplomacia efectiva y callada del Vaticano, que en los hechos contribuyó a contener conflictos y promover una lógica de diálogo multilateral, no de dominación.
De Siria a 2025: el nuevo paradigma de estabilidad.
El tiempo confirmó la visión papal.
Las guerras preventivas, las invasiones y los cambios de régimen fracasaron.
De Afganistán a Irak, de Libia a Ucrania, el costo político, humano y económico de las intervenciones resultó insostenible.
Cuando el nuevo líder sirio Ahmed al-Sharaa llegó al poder en diciembre de 2024, el mundo ya no quería otra guerra.
Por primera vez desde 1945, Estados Unidos y Rusia acordaron coexistir dentro del mismo territorio estratégico.
Rusia mantuvo sus bases en Tartus y Hmeimim. Estados Unidos estableció una presencia cerca de Damasco. Arabia Saudita e Israel apoyaron un proceso de reconstrucción económica de más de 200 mil millones de dólares. Y el Consejo de Seguridad de la ONU, con apoyo norteamericano, levantó las sanciones a Siria.
Detrás de ese viraje estuvo también la influencia moral y mediadora del Papa Francisco, que había advertido desde 2013 sobre el error de destruir países en nombre de la libertad.
El modelo Siria: un equilibrio que reemplaza la dominación.
El llamado "modelo Siria 2025" puede definirse como un nuevo modo de gobernar la paz.
Ya no se trata de que una potencia venza a otra, sino de compartir la administración del orden internacional.
En Siria, Trump y Putin comprendieron que mantener una guerra era más caro que coordinar la estabilidad.
Este modelo combina cuatro principios:
1. Reconocimiento de realidades de poder, sin imposiciones ideológicas.
2. Coexistencia de bases militares bajo acuerdos tácitos.
3. Rehabilitación económica internacional de los países devastados.
4. Garantías de seguridad regional con supervisión multinacional.
El Papa Francisco había anticipado esa idea en términos evangélicos: "La paz no se impone; se construye con paciencia."
La proyección hacia el Caribe y América Latina.
Esa fórmula puede —y debe— inspirar la política continental.
En el Caribe y América Latina existen tensiones similares a las del Medio Oriente, aunque sin guerra abierta.
Los países de la región —México, Nicaragua, Colombia y Venezuela— están atrapados entre influencias externas y crisis internas.
En México, la seguridad fronteriza y el fenómeno migratorio se han convertido en ejes de negociación permanente con los Estados Unidos.
El modelo Siria sugiere que, en lugar de imponer soluciones unilaterales, Washington y Pekín podrían coordinar políticas de inversión y energía que fortalezcan la estabilidad mexicana, compartiendo responsabilidades en el control fronterizo y en el desarrollo industrial.
En Nicaragua, donde las sanciones y el aislamiento internacional han producido un ciclo de estancamiento, una normalización gradual —a cambio de apertura diplomática y verificación internacional— podría restaurar el equilibrio.
Rusia y Estados Unidos, en lugar de competir, podrían actuar como garantes de orden, reproduciendo la fórmula siria de coexistencia y reconstrucción controlada.
En Colombia, el desafío principal es la polarización interna.
El país podría beneficiarse de un doble apoyo: inversión china en infraestructura y respaldo estadounidense en seguridad, siempre bajo un pacto social de paz que priorice el diálogo nacional.
Sería se va convirtiendo en un ejemplo de equilibrio pragmático, no de rivalidad de bloques.
En Venezuela, el conflicto energético y político se resolvería mejor bajo un esquema mixto. La reapertura petrolera con consorcios rusos, chinos y occidentales, junto con la supervisión internacional de una transición democrática pactada, permitiría rescatar la economía sin sacrificar la soberanía.
La República Dominicana, por su estabilidad institucional y su experiencia diplomática, puede desempeñar un papel neutral y de mediación, al estilo del Vaticano en 2013 y años siguientes.
El costo de la guerra y el valor de la paz:
Los imperios han aprendido que la paz sale más barata que la victoria.
Cada intento de imponer un orden unilateral terminó generando desorden global.
Hoy, con el ascenso de nuevas potencias —China, India, Arabia Saudita— el mundo transita hacia una multipolaridad inevitable.
En ese contexto, la diplomacia moral, representada por el Vaticano y por países medianos capaces de dialogar con todos, se vuelve esencial.
La Santa Sede no posee ejército, pero su palabra influye más que los cañones.
En 2013, una oración detuvo misiles.
En 2025, una estrategia de cooperación global puede detener guerras comerciales, sanciones inútiles y bloqueos políticos.
Hacia un nuevo humanismo internacional:
El Papa Francisco ha insistido en un concepto que resume la doctrina social de la Iglesia y la visión del futuro:
"La verdadera diplomacia es la que pone al ser humano en el centro, no a los intereses."
La historia reciente demuestra que ni la fuerza ni el dinero bastan para construir orden.
Solo la inteligencia moral y la diplomacia silenciosa pueden sostener la paz.
La experiencia de Siria muestra que el diálogo entre potencias opuestas —facilitado por la mediación espiritual— puede cambiar el curso del planeta.
Desde Roma, en 2013, el Papa argentino impidió un enfrentamiento global.
Doce años después, la cooperación tácita entre Trump y Putin en Siria demuestra que aquella visión no fue una utopía, sino una profecía política cumplida.
El mundo se dirige hacia un sistema donde las potencias comparten responsabilidades, los pueblos reconstruyen su destino y los Estados medianos —como el Vaticano o la República Dominicana— pueden aportar equilibrio moral.
El modelo Siria no es solo una solución para el Medio Oriente.
Es un espejo para América Latina y el Caribe, una invitación a resolver conflictos no con armas ni sanciones, sino con diálogo, razón y justicia.
En ese espíritu, la diplomacia efectiva y callada —la que se teje en los pasillos del Vaticano y en las embajadas que aún creen en la palabra— puede ser, una vez más, la llave del futuro.


