Dos minutos: de nuevo la corrupción
La corrupción no es menor porque no existan tentaciones
Actualizado: 16 de Septiembre, 2025, 09:15 PM
Publicado: 16 de Septiembre, 2025, 07:53 PM
República Dominicana.– Hay momentos en que la política se mide menos por lo que promete y más por cómo enfrenta sus propias pruebas. Hoy se vive una de esas coyunturas. Precisamente, lo que está en juego trasciende un caso particular. Es la credibilidad de un proyecto y la confianza en las instituciones.
Sobre esto reflexiona ahora Víctor Bautista, en dos minutos:
La corrupción es un mal tan viejo como el Estado dominicano. Ha acompañado cada etapa de la vida republicana y, aunque varía en intensidad, nunca desaparece del todo. Lo que cambia es la capacidad de las instituciones para enfrentarla y la voluntad pública de sancionarla.
Hoy, el primer gran caso de corrupción en el gobierno de Luis Abinader se abre en un momento decisivo. Se trata de demostrar si se está frente a un sistema que tolera o frente a un Estado que comienza a domar este mal histórico.
En sociedades con instituciones fuertes, la corrupción no es menor porque no existan tentaciones, sino porque los riesgos de ser descubierto y castigado son reales. La clave es un poder judicial independiente, órganos de control con dientes y una ciudadanía que rechace la impunidad.
Sin esos pilares, cualquier discurso contra la corrupción se convierte en retórica. En la República Dominicana, la gente está cansada de escándalos que terminan en nada. Este caso pondrá a prueba la credibilidad del Ministerio Público, su capacidad de investigar con seriedad, la consistencia del gobierno y la tolerancia social.
No se quieren astucias, teatros, salidas rápidas ni efectismo de relaciones públicas. El país necesita ver sanciones ejemplares, sin importar nombres ni cercanías políticas. Solo así se podrá empezar a reducir la corrupción de un mal endémico a un hecho excepcional.
Abinader ha repetido que no tolerará la corrupción. Ahora, la historia lo observa. Lo que deje de hacer definirá si su promesa fue real o solo un recurso electoral.
Porque el verdadero cambio no se mide en discursos, sino en justicia.
